lunes, 11 de junio de 2012

No me gusta, no me gusta

Y no me gusta, porque recuerdo otra clase de hábitos entre las personas, hoy desaparecidos por completo, los cuales formaban parte de la vida cotidiana. Recuerdo las relaciones que existian entre los vecinos de una casa, o de la calle, que de todo había. Todos se conocían, bien por sus nombres, o por ser hijo de, o por ser la nuera o el suegro de, o la del 4º C. Cuando se hacía imprescindible pedir un pequeño favor, no se dudaba en llamar a la puerta de alguien para conseguirlo. Todos eran un TODO y como tal se comportaban.


Los juegos de los niños eran callejeros, con movimiento. No existían en la calle juegos estáticos, ya que para practicarlos los muchachos tenían que mover los músculos a tope. Lo mismo ocurría con las muchachas. Ellas jugaban con la comba o bien sobre un mosaico trazado sobre el suelo con unos unos cuadros sobre los que saltaban de uno a otro.


Este vínculo entre las personas, así como la forma de juego entre los menores ha desaparecido. Ahora la gente no se conoce, muchas veces ni los vecinos de una misma casa llegan a conocerse, ya que solo se ven y hablan, a través de las convocatorias que esporádicamente celebran llamadas "reuniones de vecinos".


Si comentamos el comportamiento de los menores, o no tan menores, los cuales se encierran en sus cuartos con una enorme cantidad de artilugios electrónicos en los cuales buscan la distracción, la cosa se desfasa.


Y me he preguntado a santo de qué hemos llegado a esta situación. Puede que esté equivocado, pero creo que los culpables principales son dos: el ascensor y la televisión. El primero es culpable por ser el motivo de que no conozcamos el rostro de quienes viven a nuestro lado, pues vamos directos de la calle a nuestro hogar sin hablar con nadie(la mayoría de las veces), con lo que se va perdiendo ese contacto tan necesario, un ingrediente invisible, que ha servido desde la prehistoria para que el género humano se encontrase, se conociese y pudiese formar unos grupos a los que hoy llamamos nuestros ancestros. El ascensor tendrían que usarlo los enfermos o incapacitados, los demás, ¡la escalera!


Y en lo referente a la televisión solo puedo decir que, puede que no conozcamos ni sepamos el nombre del vecino o la vecina que vive a nuestro lado, pero conocemos a la perfección, el currículum completo de cualquier personajillo "famoso", aunque solo posea el título de "popular", un título adquirido a base de mostrar ante la opinión pública sus miserias, sus alegrías o sus tonterías más íntimas, pero al que vemos diariamente por esa ventana iluminada llamada TV, una ventana que nos guía a través de nuestra pobre y anodina existencia, que nos indica lo que tenemos que leer, lo que tenemos que decir, lo que tenemos que comer, como tenemos que educar a nuestros hijos, de lo mal que se encuentran otros paises, de las matanzas que ocurren en otras tierras, de lo buenos o malos que son nuestros gobernantes (depende de la emisora que estemos viendo), etc.


Pero en resumen, conociendo tanto de todo, y tan poco del que vive al otro lado del tabique de nuestra habitación, la verdadera realidad es que somos unos solitarios. Estamos solos al lado de miles de personas que también están solas. Y cada vez estamos más y más solos.


Pero la vida es como un río. Nunca retrocede hasta quedar disuelto en la inmensidad del mar. Hoy tenemos la que nos hemos labrado a través de los últimos 40 ó 50 años, en la que poco a poco, hemos aceptado unas costumbres y normas no escritas, pero que figuran impresas a fuego en todas las páginas de un libro llamado "PROGRESO".


Este libro tiene muchas cosas buenas, pero siempre van acompañadas por cosas malas. Tenemos tantas comodidades, que sin movernos del sillón, y si nos lo podemos permitir, con un simple mando a distancia, somos los reyes del mambo, pero esto tiene su inconveniente; cada día nos sobra más grasa y nuestro corazón se debilita. O sea, mal si ando, mal si no ando.


En fín, ¡esta es nuestra vida!, por eso no me gusta.

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