domingo, 20 de enero de 2008

El primer discurso como Jefe del Estado Español

El 1 de Octubre de 1936, después de haber recibido los poderes de Jefe de Estado dados por la Junta de Defensa, Franco se dirigió por radio a todos los españoles en una alocución histórica. Es la siguiente:
Españoles, los que escucháis en vuestros hogares las noticias de Radio Castilla, los que en el frente de batalla escucháis los pequeños radiadores que os llevan las noticias del hogar y de la retaguardia; españoles que en la zona roja sufrís la barbarie de Moscú y que esperáis la liberación de las tropas españolas; españoles que en América sufrís la incertidumbre de las noticias de España; españoles todos los que tenéis cabida en el calificativo de españoles de la España grande, a vosotros me dirijo.
Y no me dirijo con arenga de soldado. Voy solo a exponeros el fundamento de nuestras razones y haceros un examen de lo que nos proponemos en el porvenir.
Sería confusa mi exposición, si no la dividiera en etapas con una concatenación más o menos directa entre éllas. De aquí, que al hablar de nuestra conducta, se haga imprescindible un breve examen del pretérito, siquiera sea para tener una esperanza con que orientar nuestras decisiones en el porvenir.
No se trata de justificar una actuación, que por ser íntegramente nacional no precisa de razonamientos. España, ( al invocar este nombre lo hago con toda la unción de mi amor), España sufría desde muy lejos el daño de unas actividades de muy variada índole, entre las cuales no fué la más perjudical -hay que reconocerlo- la de una corriente de intelectualidad equivocada, que, despreciando todo lo que significaba pensamiento verdaderamente nacional, tenía preferencias por todo cuanto de estrambótico se generaba en otros paises; preferencias idiomáticas unas veces, regusto de literatura claudicante, emoción por las doctrinas soviéticas, de un socialismo furioso, alteración de verdades de nuestra propia historia, que nos desahuciaban como pais civilizado.Todo esto contribuyó a aniquilar en el pueblo español el sentimiento patriótico.
Así, no es de extrañar la trayectoria que fatalmente había de ser escrita. Perdido el carácter de nuestro pueblo, con vergüenza de nuestro presente y olvido de nuestro pasado, faltos de confianza en nuestro porvenir, recelosos de no tener un concepto moderno de las cosas, no es extraño que llegase un momento en que tuviera repercusión todo cuanto fuera elemento de odio, propósito de disgregación, entre los diversos factores que integran las fuerzas productoras de riqueza.
Después, logrado el asesinato moral de un pueblo sumido en el abismo, no es dificil entregarlo, venderlo al mejor postor, pretextando una misma tendencia ideológica, para someterlo como colonia o como vanguardia en la lucha contra la civilización y la sociedad.
Tal era nuestra situación. Entre tanto, nuestra balanza comercial favorable se trocaba en adversa. Los frutos de nuestro suelo se despreciaban; se nos imponían limitaciones. Se creaban obstáculos a cuanto significaba destellos de nuestra propia personalidad, a la que se pretendía rectificar. Se trataba de reducir a la nada y de desconectar el brazo salvador que podía liberar a la víctima.
Falsos apóstoles enrarecían el ambiente nacional por medio de predicaciones de un comunismo que ofrecía la tierra al campesino, la soberanía al obrero y la autonomía política a las regiones, sembrando el odio y el exterminio. Tristes ofrecimientos de un régimen, que, llegado al poder, arrebata la tierra al campesino, la libertad al obrero y se opone a toda flexibilidad autonómica.
Por eso la nueva España se dió cuenta de la perspectiva de un porvenir pavoroso y acometió la empresa de su liberación, con un amplio espíritu de colaboración social, de restablecimiento del orden y de la autoridad legítimos, segura del camino a seguir para defender su propia libertad y restablecer el ambiente nacional dentro del solar patrio.
España se organiza dentro de un amplio concepto totalitario mediante aquellas instituciones nacionales que aseguren su totalidad, su unidad y su coninuidad. La implantación de los más severos principios de autoridad que implican este movimiento no tienen justificación en el carácter militar, sino en la necesidad de un regular funcionamiento de las complejas energías de la patria.
La peculiaridad de la región será respetada en su personalidad, respondiendo a la vieja tradición nacional y sin que suponga merma o menoscabo de la más absoluta unidad nacional.
El municipio español, de abolengo histórico, se revestirá de todo su vigor para el cumplimiento de su misión celular como entidad pública.
Desprestigiado el sufragio popular inorgánico, que se manchó, primero por la acción de los caciques nacionales y mas tarde, por la tiránica actuación de los sindicatos, puestos al servicio de los interesen políticos, la voluntad nacional se manifestará oportunamente a través de aquellos órganos técnicos y corporaciones, que, enraizados en la entraña misma del país, representen de una manera auténtica su ideal y sus necesidades.
Cuanto mayor sea la fuerza del Estado nacional, y más moral su desenvolvimiento, más podrán intervenir en sus funciones específicas las regiones, los municipios, las asociaciones y los indivíduos, y todos gozarán de la más amplia libertad dentro del supremo interés del Estado.
En su aspecto social, el trabajo tendrá una garantía absoluta, evitando que sea servidumbre al capitalismo y que se organice como clase, adoptando actitudes combativas que le inhabiliten para colaboraciones conscientes.
Se implantará la seguridad del jornal, y en tanto no se dicten fórmulas relativas a los salarios y a la participación de los obreros en los beneficios de la producción, serán respetadas cuantas conquistas impliquen mejoramiento de trabajo para la sociedad y para la economía nacional.
Al lado de esos derechos que se reconocen a los obreros, estarán sus deberes y obligaciones, especialmente cuanto signifique leal colaboración para la producción de la riqueza.
Todos los españoles estarán obligados a trabajar sin exclusión; el nuevo Estado no puede sostener ciudadanos parásitos.
El Estado, sin ser confesional, concordará con la Iglesia Católica, respetando la tradición nacional y el sentimiento religioso de la inmensa mayoría de los españoles,sin que ello signifique intromisión ni reste libertad para la dirección de las funciones específicas del Estado.
En su aspecto tributario, el Estado organizará los impuestos de forma que recaigan especialmente sobre quien, por su capacidad económica, deba soportarlos.
En el aspecto agrario, sin aplicar fórmulas que solo pueden concebirse en hipótesis, la actuación del Estado será de constante ayuda a la independencia del campesino, preocupándose especialmente, por su bienestar. Tal misión será llevada a la práctica con preferencia.
En el orden comercial, viviremos en armonía con los demás pueblos, constituyendo prefencia la comunidad de raza, de lenguaje y de ideario; pero sin que por eso se olviden aquellas relaciones tradicionales dentro de una leal correspondencia, que no sean incompatibles con nuestro sentido ideológico, excluyéndose, desde luego, todo contacto soviético, que tan perjudicialmente afectaría a nuestra civilización y nuestra sociedad.
Estoy seguro de que esta tierra generosa, que vierte su sangre para que el mundo encuentre en
España la solución a problemas complejos que están planteados más allá de sus fronteras, comprende su misión providencial y se da cuenta de la importancia de la página que está escribiendo en la historia.
¡¡ Viva España !!