Ordenado
por Mahoma, el Corán y la Shariá, obliga hasta la fecha a los
infieles dhimmies, nombre con el que se denominaban a los judíos y
cristianos que vivían en Estados islámicos, y cuya presencia
era tolerada, a pagar la Jizya, impuesto capitativo al que se
les somete anualmente bajo una ceremonia humillante, para protegerlos
de la Espada del Islam.
Este
proceso tiene como objetivo conseguir una conversión al Islam de
aquellos que esta religión permite vivir y no ser aniquilados, pero
bajo ciertas condiciones de dhimmitud
Pues
bien, ahora, en el barrio danés de Nørrebro en el que viven
actualmente muchos inmigrantes musulmanes, sin haber tenido en cuenta
que se encuentran en un país que no es el suyo, y en el que rigen
unas normas y leyes que están obligados a cumplir, han declarado
“zona islámica” a este barrio, y como resultado de esta
declaración, los jóvenes devotos del Islam han exigido la jizya,
impuesto per cápita que se recauda a los no musulmanes que cumplan
con ciertos criterios, tales como vivir en tierra musulmana sin ser
musulmán, a una taberna y a otros negocios de cristianos, como el
Café Viking.
Ahora,
los islamistas se han dirigido a la Iglesia de la Santa Cruz en
Kapelvej en el corazón de Nørrebro, a unos pocos cientos de metros
de Plads Blågårds, para exigirles el pago de la jizya, argumentando
que la iglesia está en zona musulmana.
El
Corán dice 9:29, ¡Combatid contra quienes, habiendo recibido la
Escritura judíos y cristianos, no creen en Alá ni en el último
Día, ni prohíben lo que Alá y Su Enviado han prohibido, ni
practican la religión verdadera el Islam, hasta que, humillados,
paguen el tributo directamente!
Muhammad,
enseñó que, si no se paga la jizya, se les
tiene que degollar.
Y
todo esto ocurre en Dinamarca, en un barrio de Copenhague, donde los
daneses experimentan ahora una reacción casi alérgica contra los
musulmanes, unos radicales que no se han adaptado nunca a los valores
democráticos, valores que han hecho de este país uno de los mejores
lugares del mundo para vivir.
Ver
a un marroquí, que lleva más de treinta años en Dinamarca, salir
corriendo de su tienda de productos marroquíes para no perderse la
oración de media mañana en la mezquita de Norrebro, hace un tiempo
no habría llamado la atención: ahora a muchos daneses les irrita, y
no se lo callan.
Morten
Messerschmidt, el que era portavoz del DF, ya lo dijo hace cuatro
años: «Los daneses han dejado de pensar que la culpa de que la
integración no funcione es suya y están abriendo los ojos, se dan
cuenta de los problemas se crean cuando no se quiere aceptar la
realidad. No es razonable que una minoría que insiste en no aceptar
los valores de la sociedad democrática quiera imponernos los suyos».
Ahora están viendo la razón que tenía.
Si
todo lo dicho pasa en Dinamarca, ¿ qué no
podrá pasar en España con unos políticos que no esconden sus
preferencias por el Islam ?.
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