martes, 25 de junio de 2013

Mentirosos compulsivos

La Segunda República nunca fue democrática. Todo su historial es un conjunto de sectarismos y de violaciones de las libertades, tanto en el terreno religioso como en el político. Nació de un golpe de Estado y fue gobernada durante dos años por una partitocracia autócrata y excluyente que, cuando las urnas le fueron adversas, organizó una revolución que pretendía impedir que subiera al poder el Gobierno surgido de unas elecciones libres, dando paso, a un Frente Popular que inició el camino para un nuevo y más grave intento de golpe de Estado; el que buscaba la absorción de España en la órbita del comunismo soviético. Lo impidió, a costa de una auténtica tragedia nacional, una guerra civil que en buena medida la propia República contribuyó a desencadenar.
¿Puerta de Alcalá o Plaza Roja?
Durante los cinco años republicanos, España fue escenario de violencias callejeras muy graves, quemas de iglesias y conventos, limitaciones importantes de derechos fundamentales, y particularmente los de libertad religiosa. Violentas represiones de movimientos sociales, constantes huelgas, cambios frecuentes de Gobiernos inestables, rupturas graves entre diferentes fuerzas intelectuales o políticas, serios desbarajustes económicos... Ése es el balance innegable de una historia dramática, que lo fue todo, menos pacífica y democrática.
Imágenes, Archivos, Cuadros,.....¡ a la hoguera !
Así de contundente se expresa D. Alberto de la Hera, catedrático de Universidad Complutense de Madrid, sumándose a las palabras de D.Gregorio Marañón, el cual, en un artículo de El Sol, el 8 de agosto de 1931, expresaba lo siguiente:

«Todo el mundo, incluso muchos católicos, están convencidos de que se imponía llegar a la libertad de cultos, separación de la Iglesia y del Estado, secularización de los cementerios, etc., pero, en mi opinión, no debe llegarse, en modo alguno, a la expulsión de las Órdenes religiosas y a la nacionalización de sus bienes, hay que tener en cuenta, ante todo, que existe en España un gran núcleo católico, y hacer eso equivaldría a crear una especie de guerra civil espiritual y un estado latente de protesta y descontento que incluso afectaría a la República»
El opio del pueblo en acción
Viene a cuento todo lo anterior, para demostrar la diferencia existente entre el rencor, que aún actualmente se acumula sobre el comportamiento del régimen franquista y lo que era realmente.

Los que se han preocupado por estudiar la Historia de España, sabrán que durante la guerra Civil Española existió en Madríd un miliciano con el nombre de Melchor Rodríguez, anarquista de la CNT, el cual ha sido llamado "El Angel Rojo".

Melchor, era por aquellas fechas Delegado General de Prisiones y tuvo la responsabilidad, no sólo de vigilar y prevenir las fugas, sino también de evitar las agresiones y linchamientos de presos que algunas milicias y grupos armados efectuaban cuando el cuerpo les pedía marcha. En distintos lugares se dieron varios casos de sacas y asesinatos de presos sospechosos de colaborar con el bando faccioso, muchos de ellos sin haber sido juzgados.
Melchor Rodríguez "El Angel Rojo"
Según su biógrafo, Melchor Rodríguez, salvó, directa o indirectamente, al general Muñoz Grandes, (quien recién terminada la Guerra tuvo la gallardía de testificar a su favor cuando se le pedía pena de muerte), al general Carrasco Verde, al futbolista Ricardo Zamora, a los falangistas Rafael Sánchez Mazas y Raimundo Fernández-Cuesta.

También a dos hermanos Luca de Tena, al locutor Bobby Deglané, al doctor Mariano Gómez Ulla, a Valentín Gallarza y al mismo Ramón Serrano Suñer, ministro y cuñado de Franco, entre otras muchas personas anónimas adscritas al bando nacional.

En el entierro de Melchor, en 1972, en pleno franquismo, se cantó "A las barricadas", Martín Artajo, (Ex-Ministro de Asuntos Exteriores) leyó un poema y rezó un Padrenuestro, el féretro se cubrió con una bandera rojinegra, fundiéndose franquistas y anarquistas en un mismo adiós.

Todo un ejemplo para los resentidos de hoy.





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