¿Hará
falta decir que, mientras nuestros soldados protegen el régimen
mafioso de Karzai, España vive la mayor crisis política, económica,
moral e institucional de su historia?
¿Hará
falta decir que estamos en serio riesgo de ruptura territorial ante
la estulticia de una clase política infame y ambigua?
¿Hará
falta decir que estamos en manos de una clase dirigente visceralmente
corrupta que está esquilmando y depredando los escasos recursos
económicos que nos quedan?
¿Hará
falta decir que las grandes fortunas están siendo evadidas a
paraísos fiscales?
¿Hará
falta decir que el jefe del Estado está incapacitado para el
ejercicio de su regia función ante el cúmulo de escándalos que han
menoscabado hasta lo más profundo su prestigio y su autoridad?
¿Hará
falta decir que, mientras España soporta a una población inmigrada
cuya única ocupación es el acaparamiento de ayudas con dinero de
todos, miles de españoles han perdido sus casas, sus trabajos, su
autoestima y su futuro?
¿Hará
falta decir que una legión de españoles se ve ya impelida a buscar
entre los contenedores de basura el sustento que el Estado les niega?
¿Hará
falta decir que los políticos de la democracia están en vías de
acabar con el estado de bienestar, con el progreso social y con el
colchón de las clases medias que fueron conquistados con el
esfuerzo, el patriotismo y la disciplina laboral de nuestros mayores?
¿Hará
falta decir que la criminalidad y las bandas delictivas
internacionales se enseñorean de nuestras calles, barrios y
ciudades?
¿Hará
falta decir que crece el número de familias rotas, de españolas
violadas, de ancianos condenados a morir en el ostracismo, de jóvenes
víctimas del alma carroñera de muchos empresarios, de niños que no
tendrán el derecho a nacer que el régimen de Franco nos concedió a
todos nosotros…?
¿Hará
falta decir que nuestros mejores talentos se marchan a trabajar a
otros países mientras prosigue el incesante flujo de inmigrantes
ilegales y sin más cualificación conocida que la de saltar vallas
fronterizas?
¿Hará
falta decir que un ambiente de depravación se ha instalado en todos
los sectores de la vida española, a tal fin que la defensa de la
vida, de la familia y de los valores tradicionales son perseguidos
con saña por parte de los mismos representantes del Estado que
juraron defender esos principios al inicio de la Transición?
¿Hará
falta decir que este estado de descomposición social, económica y
moral no ha motivado ni cartas pastorales ni homilías?
¿Hará
falta decir que, mientras se cierran empresas cada día, aumenta el
número de mezquitas y centros islámicos subvencionados desde
instancias públicas?
¿Será
preciso decir que todo este fastuoso sarao de exigencias
independentistas testimonian la impotencia de una sociedad
acobardada, indigna y posiblemente merecedora del fin que le aguarda?
Lo
único que quiero es que España, nuestra España, sobreviva a los
políticos de dentro y a los canallas de fuera.
Artículo
resumido de Armando Robles en AD del 4/1/2013
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