Empresa
y Trabajo: Dos palabras que representan por sí mismas la forma de
vida de una comunidad, de un pueblo, de una nación.
Toda
comunidad, pueblo a nación a la que le falte el motor productivo
representado por su tejido industrial y su potencial obrero, tiene
sus días contados. En España sufrimos actualmente ese déficit. En
cuestión de pocos años, 35 para ser más exactos, España ha
perdido el 80% de sus empresas y generado 6.000.000 (seis millones)
de desempleados. Pero la cosa no para en este punto, ya que como
consecuencia de una mala gestión política, se ha generado una deuda
exterior de miles de millones de euros, deuda que frena
considerablemente la recuperación nacional.
La
necesidad de que el paro disminuya depende de la creación de
empresas que acepten contratar trabajadores, pero.. ¿quién, en su
sano juicio, aunque disponga de los medios necesarios, se atreve a
montar una empresa ?. Si hubiese alguien con la decisión suficiente
para realizar dicha azaña, tendría que enfrentarse en primer
término, a buscar un producto que fuese mínimamente interesante
para los hipotéticos futuros clientes, y además, con un precio
competitivo y un coste adecuado que permitiese obtener ganancias.
Pero
calcular los pros y los contras del futuro proyecto no resulta fácil.
Un futuro empresario tiene que invertir capital, local industrial o
comercial, instalaciones, maquinaria y asesoría, continuando con una
larga lista de trámites en las distintas secciones de la
Administración hasta lograr que su empresa comience a funcionar.
Una
vez superados los escollos administrativos, necesitará contratar
trabajadores, con lo cual, pasará formar parte de la clase
“explotadora”. Si la empresa marcha bien y gana dinero, se dirá
que ha sido gracias al sudor de sus asalariados, pero si tiene
dificultades, motivadas por circunstancias adversas y tiene que
cerrar, será difícil que sus asalariados le echen una mano, más
bien serán éstos los que empeoren su situación con demandas e
indemnizaciones. A resultas de todo lo anterior, puede que pierda
todo su capital o resulte embargado por aquellos que se lo prestaron.
Poner
en marcha una empresa dedicada a la fabricación o cualquier otra
clase de negocio en estos tiempos, es un riesgo demasiado grande como
para aceptarlo, y sin empresas no hay trabajo, más, y esto es lo
grave, si no son competitivas por culpa de unas políticas
permisivas, que han consentido la importación de toda clase de
bienes de consumo, unos productos que podrían producirse
perfectamente en España si el Estado pusiese coto a su afán
recaudatorio, facilitando que los productos españoles pudiesen salir
a los mercados en igualdad de condiciones a la de sus competidores;
marroquís y chinos principalmente.
España,
NUNCA VOLVERÁ A SER LA OCTAVA POTENCIA INDUSTRIAL. El Socialismo y
una derecha apocada, con su meliflua amabilidad no exenta de
hipocresía, han sido la causa y el efecto pernicioso de la actual
situación del pueblo español.
¡
Que Dios se lo demande !
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