Los
españoles que forman la ciudadanía catalana, los que durante años
han sido adoctrinados falsamente en las ideas separatistas, imitando
a los ratones de una fábula o leyenda, sacada a la luz por los
Hermanos Grimm con el título de El flautista de Hamelín, marchan
hacía el desastre, adormecidos y felices oyendo las notas de su
nuevo flautista.
Pero la
realidad del actual panorama español no deja margen para ningún
tipo de populismo decimonónico. Nos encontramos en una encrucijada
clave para que actos de este tipo vengan a desembocar en tragedias
como las ocurridas en las regiones del centro europeo, y todo por la
ambición de poder de algunos personajillos que se han creído
tocados por la mano de Dios, y que en el fondo no son más que unos
pobres desgraciados, pero con la suficiente capacidad para conseguir
con sus manifestaciones, que un paraíso como Cataluña quede
convertido mas pronto que tarde, en un lodazal impregnado de
enfrentamientos entre sus habitantes, tanto los residentes como los
allegados, y todos con los islamistas, añadiendo odio sobre odio,
resultado difícil de borrar en décadas, todo esto, provocado por
estos miserables que ya disponen de sus guaridas bien petrechadas
para que no les lleguen responsabilidades en años.
Pero los
ratones a lo suyo; gritar, berrear, quemar banderas, insultar,
provocar, aunque si no despiertan del sueño secesionista, puede que se vean en
el fondo del río al son de la flauta de Arturín.
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