miércoles, 4 de junio de 2008

Nos están invadiendo y nosotros sin enterarnos

Salam Malecum.

Estoy sopesando seriamente estudiar “árabe”. Aunque la verdad es que intentaré que lo estudien las personas jóvenes de mi familia, pues dentro de poco, será otra lengua más en esta escarnecida España, Babel en construcción, cuyo final se vislumbra cubierto de negros nubarrones, los cuales amenazan un diluvio de calamidades como consecuencia de intentar que seres, con distinta educación cultural y política, puedan convivir bajo un mismo techo.

Los moros, han ido llegando desde paises en los cuales la religión es una forma de vida, tanto civil como política. El patriarcado se lleva a rajatabla y la mujer, por ser mujer, tiene que someterse al
varón, sea su padre o su esposo.

Una vez que se han sentido seguros en nuestra tierra, han procurado contactar entre éllos para, sabiendo que su número ya es sufientemente influyente, reclamar que las leyes, nuestras leyes, se vayan acoplando a su forma de entender la existencia.

Primero pidieron, y después han exigido un trato de igualdad en los derechos que disfrutan el resto de españoles. Y plantean estas exigencias, con la tremenda desfachatez de no estar dispuestos a renunciar a su forma de vida en pró de poder integrarse a las normas de convivencia y leyes españolas vigentes. Éllos quieren vivir según sus leyes, pero ocupando el pais que les ha brindado acogida.

Exigen tener sus “ mezquitas “, cosa que tienen prohibida los católicos cristianos en los paises de donde son oriundos los exigentes. Y poco a poco, los gobernantes de las diversas “taifas autonómicas españolas”, van concediendo estos caprichos a estos inmigrantes, cuyo primer deber debía de consistir en “ acatar las Leyes Españolas” y comprometerse, bajo juramento, a respetarlas y cumplirlas durante el tiempo que estuviesen habitando en suelo español.

Ahora, no contentos con las anteriores exigencias, quieren que la ley española les conceda el derecho a disfrutar de playas y piscinas privadas, para que sus mujeres no puedan ser observadas por los “ojos de los infieles españoles”. Y lo más probable es que, los gobernantes de las taifas antes mencionadas, acepten como un honor el conceder esta petición.

Si los nudistas disfrutan de playas privadas, ¿ porqué no los moros ?.

Y así, poco a poco, petición tras petición, exigencia tras exigencia, se debilitará nuestra autoridad como pueblo y vendremos a caer en la desidia y laxitud culpable, principio de nuestra desaparición como descubridores de imperios y forjadores de culturas.

Malecum Salam

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