Tal
día como hoy, se cumplen 78 años del crimen de Estado de la II
República en la persona de D. José Calvo Sotelo, lider de la
derecha, efectuada por elementos socialistas del Gobierno del Frente
Popular.
Las
intervenciones de Calvo Sotelo en el Parlamento, denunciando las
violencias y coacciones llevadas a cabo en toda España por los
frentepopulistas le granjearon el odio de la Izquierda, hasta tal
punto que, palabras como las de Dolores Ibarruri “la Pasionaria”
expresadas en las mismas Cortes diciendo “este hombre ha hablado
por última vez”, indicaban sin tapujos las intenciones asesinas de
los comunistas y la izquierda en general.
Aunque
de todo el Frente Popular, el presidente del Gobierno Santiago
Casares Quiroga, fué el que más diréctamente le señaló
acusándolo de simpatizar con los grupos que llamaban al golpe de
estado. Quiroga dijo que el ejército estaba "al servicio de
España y de la república", pero le advirtió que, si parte del
ejército se sublevase, le haría a él el máximo responsable.
La
respuesta de Calvo Sotelo fué: “"Yo tengo, Sr. Casares
Quiroga, anchas espaldas. Su señoría es hombre fácil y pronto para
el gesto de reto y para las palabras de amenaza. Le he oído tres o
cuatro discursos en mi vida, los tres o cuatro desde ese banco azul,
y en todos ha habido siempre la nota amenazadora. Bien, Sr. Casares
Quiroga. Me doy por notificado de la amenaza de S.S. Me ha convertido
su señoría en sujeto, y por tanto no sólo activo, sino pasivo de
las responsabilidades que puedan nacer de no sé qué hechos. Bien,
Sr. Casares Quiroga. "Lo repito, mis espaldas son anchas; yo
acepto con gusto y no desdeño ninguna de las responsabilidades que
se puedan derivar de actos que yo realice, y las responsabilidades
ajenas, si son para bien de mi patria (exclamaciones) y para gloria
de mi España, las acepto también. ¡Pues no faltaba más! Yo digo
lo que Santo Domingo de Silos contestó a un rey castellano: 'Señor,
la vida podéis quitarme pero más no podéis". Y es preferible
morir con gloria a vivir con vilipendio.
Para
narrar el asesinato de Calvo Sotelo, nada mejor que leer la reseña
de Angel David Martín Rubio, Sacerdote y Profesor de Historia
“En
las primeras horas de la madrugada del 13 de julio de 1936 sale del
cuartel de Pontejos el autocar número 17, al servicio del Cuerpo de
Asalto. Es conducido por el guardia Orencio Bayo Cambronero, y ocupan
asientos al interior: Victoriano Cuenca, pistolero y persona de
absoluta confianza de Indalecio Prieto; José del Rey Hernández,
guardia del Cuerpo indicado, adscrito a la escolta personal de la
Diputado socialista Margarita Nelken, y los también guardias de
Asalto Amalio Martínez Cano, Enrique Robles Rechina, Sergio García,
Bienvenido Pérez Rojo, Ismael Bueso Vela, Ricardo Cruz Cousillos y
Aniceto Castro Piñeira. El estudiante del último curso de Medicina,
Federico Coello García, afiliado al Partido Socialista y persona de
la intimidad de Indalecio Prieto; Santiago Garcés y Francisco
Ordóñez, de las Juventudes Socialistas, también hombres de acción
y de la confianza de Prieto. Al mando de todos, en el mismo vehículo,
iba, vestido de paisano, el Capitán de la Guardia Civil Fernando
Condés. Pocos minutos después parte detrás del autocar un coche de
turismo, ocupado por los oficiales del Cuerpo de Asalto, Capitanes
Antonio Moreno Navarro e Isidro Avalos Cañada, y los Tenientes
Andrés León Lupión, Alfonso Barbeta y Máximo Moreno. Se dirigen
directamente al domicilio de Calvo Sotelo en el número 89 de la
calle de Velázquez.
Descienden
del autocar el Capitán Condés, José del Rey, Victoriano Cuenca y
algunos otros números de Asalto; franqueado el portal por el sereno,
suben al piso; llaman al timbre de la puerta y acude una criada que,
sin abrir, pregunta quién es, contestándosele que abriese a la
Autoridad, que iba a hacer un registro. La criada se retira sin abrir
y da cuenta de lo que ocurre al dueño de la casa, que se encontraba
descansando; se levanta, sale al recibimiento y abre la puerta de
entrada, preguntando qué deseaban. Replica el Capitán Condés -que,
como se ha dicho, iba vestido de paisano- exhibiendo su carné
militar, “que tiene que hacer un registro”. Se distribuyen por
las habitaciones, fingiendo la práctica del mismo, inutilizan el
teléfono y manifiesta el Capitán a Calvo Sotelo que la Dirección
General de Seguridad ha ordenado su detención. Éste hace patente su
calidad de Diputado a Cortes, que prohíbe esa detención, salvo en
casos de flagrante delito, que no existe; pretende hablar con la
Dirección de Seguridad, notando entonces que está inutilizado el
teléfono; impiden a los familiares salir del domicilio en demanda de
auxilio, siendo ineficaces las protestas del Jefe del Bloque
Nacional, que no tolera, como Diputado, su detención, y cede ante la
palabra de caballero que da el Capitán Condés de que dentro de
cinco minutos se encontrará en la Dirección General de Seguridad,
en la que podría alegar cuanto estimase oportuno.
Entra
en el dormitorio para terminar de vestirse, y allí le siguen Condés
y Del Rey. Mientras, su señora prepara un maletín con los útiles
más precisos de aseo, unas cuartillas y una pluma, y ruega
angustiosamente a su marido que no se marche. En el cuarto de sus
hijos; da un beso a cada uno de ellos, que duermen. La mayor,
Conchita, despierta y pregunta a su padre adónde va; la tranquiliza
Calvo Sotelo, así como a su esposa, de la que se despide en el
recibimiento prometiéndola que en cuanto llegue a la Dirección
General de Seguridad hará por comunicar con ella, y mirando a los
que le rodeaban, agregó:
“si es que estos señores no me llevan a pegarme cuatro tiros”.
Baja
rápido la escalera, y ya en el portal, encarga al portero que avise
a sus hermanos, pero que nada digan a sus padres. Cuando sube al
autocar número 17, se vuelve, buscando al Capitán Condés con la
vista, preguntándole si subía, y al contestarle que sí, dijo:
“Vamos a ver qué nos quieren”, despidiéndose de los familiares,
que estaban en los balcones, diciéndoles adiós con la mano.
Calvo
Sotelo se sienta en el tercer departamento del autocar, contando como
primero el correspondiente al conductor, y ocupa el cuarto asiento
del autocar en dicho departamento; a su derecha y a su izquierda se
colocan un guardia de Asalto y un guardia del escuadrón de
Caballería, también de Asalto, respectivamente. Inmediatamente
detrás del diputado se sienta Victoriano Cuenca; el Capitán Condés
y José del Rey ocupan los asientos contiguos al del conductor, y son
distribuidas en los demás lugares, las personas que antes se
mencionaron, cuidando Condés de que no ocuparan los asientos
inmediatamente anteriores a Calvo Sotelo.
El
vehículo se pone en marcha, recorre unos cuantos metros, y al llegar
a la altura del cruce de la calle de Ayala con la de Velázquez,
Victoriano Cuenca empuña una pistola, que dirige hacia la nuca del
diputado y sin que éste pueda darse cuenta de la agresión -está
dando su espalda al agresor-, hace dos disparos consecutivos, tan
inmediatos, que dan la impresión a los que van en el automóvil de
que ha sido un solo disparo.
El
cuerpo es abandonado en el Cementerio del Este y los asesinos vuelven
al Cuartel de Pontejos. El guardia Tomás Prez limpia inmediatamente
el autocar y hace desaparecer las manchas de sangre.”
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