domingo, 13 de julio de 2014

Hoy, hace 78 años (Memoria Histórica)

Tal día como hoy, se cumplen 78 años del crimen de Estado de la II República en la persona de D. José Calvo Sotelo, lider de la derecha, efectuada por elementos socialistas del Gobierno del Frente Popular.

Las intervenciones de Calvo Sotelo en el Parlamento, denunciando las violencias y coacciones llevadas a cabo en toda España por los frentepopulistas le granjearon el odio de la Izquierda, hasta tal punto que, palabras como las de Dolores Ibarruri “la Pasionaria” expresadas en las mismas Cortes diciendo “este hombre ha hablado por última vez”, indicaban sin tapujos las intenciones asesinas de los comunistas y la izquierda en general.
Aunque de todo el Frente Popular, el presidente del Gobierno Santiago Casares Quiroga, fué el que más diréctamente le señaló acusándolo de simpatizar con los grupos que llamaban al golpe de estado. Quiroga dijo que el ejército estaba "al servicio de España y de la república", pero le advirtió que, si parte del ejército se sublevase, le haría a él el máximo responsable.
La respuesta de Calvo Sotelo fué: “"Yo tengo, Sr. Casares Quiroga, anchas espaldas. Su señoría es hombre fácil y pronto para el gesto de reto y para las palabras de amenaza. Le he oído tres o cuatro discursos en mi vida, los tres o cuatro desde ese banco azul, y en todos ha habido siempre la nota amenazadora. Bien, Sr. Casares Quiroga. Me doy por notificado de la amenaza de S.S. Me ha convertido su señoría en sujeto, y por tanto no sólo activo, sino pasivo de las responsabilidades que puedan nacer de no sé qué hechos. Bien, Sr. Casares Quiroga. "Lo repito, mis espaldas son anchas; yo acepto con gusto y no desdeño ninguna de las responsabilidades que se puedan derivar de actos que yo realice, y las responsabilidades ajenas, si son para bien de mi patria (exclamaciones) y para gloria de mi España, las acepto también. ¡Pues no faltaba más! Yo digo lo que Santo Domingo de Silos contestó a un rey castellano: 'Señor, la vida podéis quitarme pero más no podéis". Y es preferible morir con gloria a vivir con vilipendio.
Para narrar el asesinato de Calvo Sotelo, nada mejor que leer la reseña de Angel David Martín Rubio, Sacerdote y Profesor de Historia

En las primeras horas de la madrugada del 13 de julio de 1936 sale del cuartel de Pontejos el autocar número 17, al servicio del Cuerpo de Asalto. Es conducido por el guardia Orencio Bayo Cambronero, y ocupan asientos al interior: Victoriano Cuenca, pistolero y persona de absoluta confianza de Indalecio Prieto; José del Rey Hernández, guardia del Cuerpo indicado, adscrito a la escolta personal de la Diputado socialista Margarita Nelken, y los también guardias de Asalto Amalio Martínez Cano, Enrique Robles Rechina, Sergio García, Bienvenido Pérez Rojo, Ismael Bueso Vela, Ricardo Cruz Cousillos y Aniceto Castro Piñeira. El estudiante del último curso de Medicina, Federico Coello García, afiliado al Partido Socialista y persona de la intimidad de Indalecio Prieto; Santiago Garcés y Francisco Ordóñez, de las Juventudes Socialistas, también hombres de acción y de la confianza de Prieto. Al mando de todos, en el mismo vehículo, iba, vestido de paisano, el Capitán de la Guardia Civil Fernando Condés. Pocos minutos después parte detrás del autocar un coche de turismo, ocupado por los oficiales del Cuerpo de Asalto, Capitanes Antonio Moreno Navarro e Isidro Avalos Cañada, y los Tenientes Andrés León Lupión, Alfonso Barbeta y Máximo Moreno. Se dirigen directamente al domicilio de Calvo Sotelo en el número 89 de la calle de Velázquez.
Descienden del autocar el Capitán Condés, José del Rey, Victoriano Cuenca y algunos otros números de Asalto; franqueado el portal por el sereno, suben al piso; llaman al timbre de la puerta y acude una criada que, sin abrir, pregunta quién es, contestándosele que abriese a la Autoridad, que iba a hacer un registro. La criada se retira sin abrir y da cuenta de lo que ocurre al dueño de la casa, que se encontraba descansando; se levanta, sale al recibimiento y abre la puerta de entrada, preguntando qué deseaban. Replica el Capitán Condés -que, como se ha dicho, iba vestido de paisano- exhibiendo su carné militar, “que tiene que hacer un registro”. Se distribuyen por las habitaciones, fingiendo la práctica del mismo, inutilizan el teléfono y manifiesta el Capitán a Calvo Sotelo que la Dirección General de Seguridad ha ordenado su detención. Éste hace patente su calidad de Diputado a Cortes, que prohíbe esa detención, salvo en casos de flagrante delito, que no existe; pretende hablar con la Dirección de Seguridad, notando entonces que está inutilizado el teléfono; impiden a los familiares salir del domicilio en demanda de auxilio, siendo ineficaces las protestas del Jefe del Bloque Nacional, que no tolera, como Diputado, su detención, y cede ante la palabra de caballero que da el Capitán Condés de que dentro de cinco minutos se encontrará en la Dirección General de Seguridad, en la que podría alegar cuanto estimase oportuno.
Entra en el dormitorio para terminar de vestirse, y allí le siguen Condés y Del Rey. Mientras, su señora prepara un maletín con los útiles más precisos de aseo, unas cuartillas y una pluma, y ruega angustiosamente a su marido que no se marche. En el cuarto de sus hijos; da un beso a cada uno de ellos, que duermen. La mayor, Conchita, despierta y pregunta a su padre adónde va; la tranquiliza Calvo Sotelo, así como a su esposa, de la que se despide en el recibimiento prometiéndola que en cuanto llegue a la Dirección General de Seguridad hará por comunicar con ella, y mirando a los que le rodeaban, agregó: “si es que estos señores no me llevan a pegarme cuatro tiros”.

Baja rápido la escalera, y ya en el portal, encarga al portero que avise a sus hermanos, pero que nada digan a sus padres. Cuando sube al autocar número 17, se vuelve, buscando al Capitán Condés con la vista, preguntándole si subía, y al contestarle que sí, dijo: “Vamos a ver qué nos quieren”, despidiéndose de los familiares, que estaban en los balcones, diciéndoles adiós con la mano.
Calvo Sotelo se sienta en el tercer departamento del autocar, contando como primero el correspondiente al conductor, y ocupa el cuarto asiento del autocar en dicho departamento; a su derecha y a su izquierda se colocan un guardia de Asalto y un guardia del escuadrón de Caballería, también de Asalto, respectivamente. Inmediatamente detrás del diputado se sienta Victoriano Cuenca; el Capitán Condés y José del Rey ocupan los asientos contiguos al del conductor, y son distribuidas en los demás lugares, las personas que antes se mencionaron, cuidando Condés de que no ocuparan los asientos inmediatamente anteriores a Calvo Sotelo.
El vehículo se pone en marcha, recorre unos cuantos metros, y al llegar a la altura del cruce de la calle de Ayala con la de Velázquez, Victoriano Cuenca empuña una pistola, que dirige hacia la nuca del diputado y sin que éste pueda darse cuenta de la agresión -está dando su espalda al agresor-, hace dos disparos consecutivos, tan inmediatos, que dan la impresión a los que van en el automóvil de que ha sido un solo disparo.
El cuerpo es abandonado en el Cementerio del Este y los asesinos vuelven al Cuartel de Pontejos. El guardia Tomás Prez limpia inmediatamente el autocar y hace desaparecer las manchas de sangre.”

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