Ya no es hora de
advertir. Quien no se haya despertado a estas alturas, no lo hará
nunca. El nacionalismo catalán ha logrado el éxito más increíble.
No me refiero a las 300 ó 600.000 personas sacadas a la calle, sino
haberlo hecho envuelto en aires de libertad y pose de víctimas con
un discurso profundamente reaccionario, sin que nadie parezca
percibirlo como tal. Ese es su peligro, y no su número. De ahí la
superioridad moral que exhiben contra la progresividad fiscal sin ni
siquiera ruborizarse. Y sin que la izquierda y los sindicatos digan
ni mu. Bueno, en realidad personajes como Pepe Álvarez de UGT sí
dicen, pero a favor de todos los mantras nacionalistas. Un mafioso no
serviría mejor al señor que le paga el bocadillo.
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Antorchas al estilo hitleriano |
Ha cristalizado una
confianza infinita en el sueño de la independencia. Ya no respetan
el tabú que hacía de la secesión un abismo. De tanto traspasar la
línea roja sin que haya consecuencia alguna ni reproche, han acabado
por creerse de verdad que pueden alcanzar el sueño. Se han vuelto
inmunes a la responsabilidad, todo les parece posible sin coste
alguno. Una gran mentira, pero ¿quién se quiere ocupar de esa
nimiedad cuando al otro lado de una simple manifestación está la
tierra prometida?
No se sienten con ningún
deber ético ni democrático con el resto de ciudadanos españoles,
ni les importa un carajo la separación de poderes. Ellos están por
encima de ellos, porque la democracia es española. Hasta el respeto
a ésta pasa por el adjetivo catalana: sólo es democracia si es
catalana. Por eso incumplen cualquier sentencia que cuestione su
construcción nacional.
Si ese medio millón de
personas tuviera frente a ellos a los socialistas del PSC, al resto
de la izquierda, y junto a los liberales no nacionalistas plantaran
batalla, esa manifestación de esteladas, con sus marchas de
antorchas encendidas, sólo sería la ultraderecha tópica y racista
de cualquier país europeo actual. Un peligro, sin lugar a dudas,
pero reducido a la nada por la oposición poderosa de la razón y los
valores de la libertad.
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El ARCÓN de la Alianza |
Desgraciadamente, no
estamos en ese escenario democrático, sino en el de los típicos
contextos fascistas (postmodernos). No tienen oposición. Han
alcanzado la hegemonía cultural y con ella se ha disparado el
desprecio por todo cuanto no es idéntico a ellos mismos.
Cuando hace
años denuncié en una conferencia en la Universidad de Salamanca que
el ejército de Cataluña eran los maestros y los periodistas, me
dijeron de todo. Hoy ese ejército ha envenenado la mente y el
corazón de dos generaciones de jóvenes y ha desatado los instintos
más resentidos de los humillados por el franquismo. El monstruo
pronto exigirá a sus creadores el tributo envenenado de pesadillas
que le inocularon para arrastrarle a asustar a Madrid.
Pero la realidad es
tozuda. El independentismo miente, manipula nuestras emociones y nos
convierte en irresponsables. Dentro de la masa, todos se sienten
inmunes. Pueden decir y hacer cuánto se les antoje. Y llevar
adelante las peores empresas. Incluso contra sí mismos. Políticos y periodistas
son lo mismo en Cataluña: Mònica Terribas, la exdirectora de TV3, y
actual consejera delegada y editora del diario independentista ARA,
citaba al catalanista Joan Sales en el acto institucional de la Diada
del 11 de septiembre: "Desde hace 500 años los catalanes hemos
sido unos imbéciles". Y se preguntaba con voz engolada: "¿Se
trata, pues, de dejar de ser catalanes? No, se trata de dejar de ser
imbéciles".
Jugar a la puta y a la
ramoneta durante 30 años con el resto de españoles y presentar al
catalanismo de CiU como un sincero colaborador del Estado, eso sí
que es tomarnos por imbéciles.
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GASTOS COLATERALES |
Asegurarnos que España
nos roba, mientras CiU ha esquilmado 3,3 millones de euros del Palau
de la Música, y Felix Millet sigue en la calle, eso sí que es
tomarnos por imbéciles a los ciudadanos catalanes.
Asegurarnos que el
expolio fiscal es el culpable de los 48.000 millones de déficit y no
el despilfarro y la desastrosa gestión del gasto público de los
diferentes gobiernos de la Generalitat, eso sí que es tomarnos por
imbéciles.
Difundir que Cataluña se
puede separar de España sin traumas y seguir en la Unión Europea,
cuando la realidad jurídica es que se quedaría fuera de la UE, y su
retorno sería complicadísimo por tener que ser admitida por
unanimidad –cuando Francia, por ejemplo, sería la primera
interesada en que no cundiera el ejemplo en Córcega, la Bretaña,
Aquitania, el Rosellón o el País Vasco francés–, eso sí que es
tratarnos a los ciudadanos catalanes como imbéciles. O reconocerlo,
como ha hecho Jordi Pujol, para añadir a continuación "que no
sería tan grave", eso es tomarnos por imbéciles y con
recochineo.
Encizañar a los
catalanes con el expolio fiscal sin contraponer las ventajas del
mercado español como cliente, y los peligros de perderlo, eso sí
que es tomarnos por imbéciles.
Lograr convencernos de
que estudiar en la lengua materna era un derecho humano inalienable
cuando los niños catalanohablantes eran obligados a estudiar en
castellano, y decirnos lo contrario ahora, para impedir que tengan
ese mismo derecho a estudiar en la lengua materna los niños
castellanohablantes, eso sí que es tomarnos por imbéciles.
Ocultar que, una vez
fuera de Europa, nadie aseguraría las pensiones de nuestros
jubilados, porque no hay dinero ni para los gastos corrientes del mes
que viene, eso sí que es tomarnos por imbéciles.
Hacernos creer que una
vez logrado el Estado propio, la cohesión social sería aún mayor
porque la lengua catalana sería la única oficial y habríamos
salvado la cultura catalana, cuando semejante racismo cultural
provocaría el enfrentamiento, eso sí que es tomarnos por imbéciles.
Vendernos que la
democracia consiste en el derecho a decidir, incluso por encima de la
separación de poderes, la constitución y el cumplimiento de las
sentencias judiciales, eso sí que es tomarnos por imbéciles.
Decirnos que lo primero
es la independencia y después ya veremos, eso sí que es tomarnos
por imbéciles y jugar con nuestra hacienda y nuestras vidas.
Convencernos de que si
Cataluña se separa de España, igualmente podría seguir jugando la
liga de fútbol con ella, eso sí que es tomarnos por imbéciles; o
lo contrario, que si nos separamos –para los nacionalistas no
existe el principio de contradicción– el Barça y el Español
jugarían siempre la champions leage, eso sí que es tomarnos por
imbéciles.
Enzarzarnos con el resto
de españoles, insultarlos, despreciarlos, y pretender que sigan
comprando nuestros productos, eso sí que es tomarnos por imbéciles.
Pretender convencernos de
que con la independencia las tensiones sociales se reducirían a
cero, nuestra hacienda pública acabaría con el paro y la renta per
cápita se dispararía, cuando es con ella donde empezarían las
frustraciones, la inestabilidad, la desconfianza de los mercados, y
los odios entre los excluidos por el nuevo orden, eso sí que es
tomarnos por imbéciles.
Enseñar que la Guerra de
Sucesión a la corona de España fue una guerra entre España y
Cataluña y sacralizar a Rafael de Casanova por morir heroicamente en
el cerco a Barcelona de 1714, cuando lo hizo a los 82 años como un
español más, eso sí que es tomarnos por imbéciles.
Difundir que salimos a la
calle dos millones de personas, cuando matemáticamente es imposible
que en el espacio ocupado quepan más de 600.000, eso sí que es
tomarnos por imbéciles.
"No hay manera de
llevar adelante un Estado propio sin una hacienda propia", acaba
de decir Oriol Pujol ayer por la mañana en RAC-1 para seguir jugando
a la puta y la ramoneta con España y preparar la secesión de
Cataluña. El presidente del Gobierno ya lo sabe. Cualquier cesión
insolidaria con el resto de españoles, será empleada para la
secesión.
P.D. No han ganado la
guerra, sólo una batalla, la de la propaganda y la sugestión.
España aún no ha hecho nada en estos 30 años. Han avanzado como el
ejército alemán en Polonia. Sin oposición alguna. Es hora de que
el presidente del Gobierno y el líder de la oposición dejen sus
tentaciones partidistas y se unan para contrarrestar tanta demagogia.
España debe movilizar a sus líderes culturales, políticos,
económicos y deportivos. La guerra populista que nos preparan la
están ganando con el control de los medios de comunicación y la
escuela. Despierten. O mañana será tarde. Nada está perdido. Todo
es posible todavía.
De acuerdo con todo Sr.Robles.
Antonio
Robles en Libertad Digital