¡Qué cobardes son!. Éllos mas que éllas, ya que, como siempre, se esconden tras las mujeres para que sean éstas las que les allanen el camino.
Son tan cobardes, que para sentirse poderosos insultan a los creyentes cristianos; las personas a las que su Fé enseña a perdonar a quienes les ofenden o maltratan.
Aparte de ser cobardes, son dignos hijos de los que disfrutaban torturando a sacerdotes y violando hasta matarlas a las novicias y monjas de clausura. Si, me estoy refiriendo a sucesos ocurridos en 1936-37, cuando los abuelos de los que presumen de cultura, progreso y democracia se dedicaban a matar, quemar, robar y destruir lo que durante siglos había representado el verdadero tesoro artístico y cultural de España.
Son los mismos que, amparándose en una falsa e hipócrita preocupación por el bienestar de los ciudadanos, intentan educar a la infancia con falsos valores, procurando inculcar en sus virginales cerebros el desprecio por las creencias y valores que intentan inculcarles sus progenitores, tachándolos de equivocados y caducos.
Son los mismos que, siguiendo las enseñanzas y actitudes de los fundadores de sus creencias, han conseguido que la mujer haya olvidado su verdadera identidad como creadora de vida, para convertirse en mero juguete sexual de los seguidores de esas creencias, llegando, en muchísimas ocasiones, a convertirlas en jurado, juez y verdugo de la vida confiada a su cuidado.
Pero para los cachorros de esa horda de malnacidos, resulta un gran triunfo asaltar el lugar de culto de unas personas que acuden a ese lugar rogando a Dios por sus conciudadanos, y profanarlo con sus cuerpos desnudos, ensuciando con su casposo verbo las paredes del sagrado lugar, efectuando actos denigrantes y que les dejan marcados, tanto a éllos como a éllas como lo que son: Marimachos sin atributos y busconas de carretera.
¡Que Dios les perdone!. Yo no puedo.